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90 millas hasta el paraíso

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?Quiеn sabe dоnde estа ese para?so? Puede ser que estе aqu?, en Cuba… Si una persona habla constantemente, que estа viviendo mal, el Se?or puede mostrarle como es “realmente mala la vida”. Cuando un hombre ve lo bueno hasta en condiciones donde la

vida no es muy fаcil, Dios mostrarа lo que es “verdaderamente bueno”.

Puede ser que Fidel de verdad sea profeta, semejante a Moisеs. Cuarenta a?os a partir de 1959 estuvo еl indicando el camino limitаndose a una isla, explicando que no hay nada que buscar, que en realidad se hallan en el para?so. En su isla poblada por miles de animales excepcionales y no hay ninguno que sea venenoso. Donde los аrboles sagrados e imponentes, la ceiba, que crece junto a Caesalpinias fogosas. Donde se abre la mariposa n?vea, y gorjea la diminuta ave tocororo, cuyo plumaje azul-rojo-blanco se asemeja a la bandera cubana. Quizаs transcurridos cuarenta a?os de andanza por la isla su tierra se haya convertido en un para?so, ademаs, llegо a ser el Edеn con ayuda de sus manos cansadas, que con la misma obstinaciоn saben manejar el arado y el fusil…

– Debes ir por tu hijo – as? se expresaba Mar?a Elena, instruyendo a don Ramоn para el lejano camino – aqu? estarа perdido, se pudrirа en las mazmorras de Ra?l. All? se abren inimaginables perspectivas… Tu hijo te necesita. No lo traiciones.

… Cuando el caudillo de la primera guerra por la independencia de Cuba, Carlos Manuel de Cеspedes, fue puesto por los espa?oles ante la opciоn de salvar a su hijo natal o traicionar a la patria, el hеroe prefiriо sacrificar la vida del hijo a rescatarla mediante el precio de la traiciоn.

Don Ramоn Rafael se orientaba bien en la historia, pero no cre?a poder ser capaz de un acto de hero?smo. Por dentro se arrepent?a por la bajeza de esp?ritu y con todo corazоn sent?a que estaba cometiendo un error, pero, acostumbrado a seguir la corriente, como si fuera un zombi, entraba en un r?o turbio lleno de ilusiones ajenas, sin saber a dоnde lo llevar?a la corriente tempestuosa.

– ?Dame el extremo! ?T?ramelo! – Vociferaba Lаzaro a un torpe jovencito, el cual intentaba sacar la soga del bolardo – ?Por quе eres tan lento?… ?Apaga el motor, la soga se puso tensa! No lo podrа hacer este debilucho…

– ?Puede ser que demos marcha atrаs? – preguntо de manera insegura el duro de o?do Bernardo, que se asumiо voluntariamente el modesto papel de contramaestre, pero, poniеndose al timоn, inmediatamente creyо ser Magallanes.

– ?Apaga el motor y apаrtate del timоn, idiota! – ordenо Lаzaro, mientras acompa?aba sus exigencias con gestos expresivos…

– ?Estаs seguro de que luego lo pondremos en marcha? – Lo dudо el contramaestre rechazado, aunque se sometiо al cacique, parо el motor con pocas ganas, bajо del puente de mando y con aire sombr?o se dirigiо al escotillоn que llevaba a la bodega. Mejor ser?a ir a comprobar el remiendo hecho con soldadura en caliente, ejecutado de prisa en la sala de mаquinas, que o?r todo tipo ofensas. Realmente, en esta embarcaciоn oxidada de los d?as de Batista, que era tan caduca, como el submarino alemаn, hundido en estas aguas a mediados de la Segunda Guerra Mundial, hab?a mаs de un remiendo bajo la l?nea de flotaciоn. Pero Lаzaro y su “contramaestre” solamente sab?an la existencia de un agujero remendado.

– ?Tira la soga para s?, pachucho! – Vociferaba a todo grito Lаzaro, – Ah? estа, holgazаn. ?T?rala a bordo! Por fin. ?Desamarramos! – Hac?a todo lo posible para que lo vieran en acciоn – dec?a palabrotas, se agitaba, se acaloraba…

A duras penas al motor se le aclarо la voz a fondo. Este comenzо a traquetear con aire enfermizo y apenas pod?a arrastrar a los fugitivos hacia el horizonte tras el cual se extend?a la deseada Florida – puesto avanzado del sue?o americano.

– ?Yo quiero ver a papа! – mirando el agua tempestuosa tras la popa, Eliancito les hizo recordar que estaba a bordo.

– ?Cаlmalo, o si no yo lo tranquilizo! – Ense?о los dientes como un lobo a Elizabeth, le advirtiо groseramente Lаzaro – llеvalo al camarote.

– Ah? tampoco hay sitio – le contestо Eliz mostrando la cara de pocos amigos y apretо al ni?o contra el pecho.

“Este Lаzaro tiene un machete afilado, como una cuchilla. De estar mi papа aqu?, sabr?a cоmo arreglаrselas…” – pensо Eliаn, y este pensamiento grato, junto con la manta de lana, con la cual mamа tapо al ni?o, empezо poco a poco a adormecer al joven pasajero del yate maldito. El aspecto poco atrayente de esta barcaza del sue?o de manera adecuada correspond?a a lo que le estaba predestinado por la suerte, ser el ?ltimo refugio para los doce ciudadanos de Cuba, que se iban en b?squedas de una vida mejor.

La mayor?a de ellos, a semejanza de Lаzaro, no apreciaba su ciudadan?a. Algunos, como don Ramоn, quedaron sometidos a la voluntad ajena y segu?an yendo por el trayecto trazado. Otros, como Elizabeth, actuaban instintiva y espontаneamente, obedeciendo a la primera emociоn y prestando o?do solo a una amargura fugaz y una ofensa insoportable a primera vista. Esto es una bien marcada caracter?stica de las mujeres latinoamericanas. Pero hab?a entre esos desdichados, afectados por el virus de la desesperaciоn y otros que intentaban hallar el suero de la salvaciоn, no en el lugar donde lo produc?an, un hombrecillo que vagamente se imaginaba a donde lo llevaba una fea y destartalada embarcaciоn del miedo, a la cual no se sabe por quе la tomaron por un deslumbrante buque n?veo de la Esperanza…

* * *

Las incansables olas se bat?an contra los bordes, haciendo aflojar el yate, como un r?o feroz lanza de un lado al otro la canoa de los descuidados “extrеmales” – fanes del balsismo. El mareo, novia eterna de la tormenta, cubriо a todos con un velo inmovilizador.

La gente, no acostumbrada al balanceo, vomitaba ah? mismo, en el camarote, sin atenerse a las reglas de urbanidad, y, ahora ya en voz alta, maldec?a a Lаzaro. En efecto, еl convenciо a todos que, habiendo calma en el mar y siendo el tiempo despejado, las lanchas fronterizas estar?an yendo y viniendo por todos lados, lo que significaba que no se pod?a evitar la desgracia. Mientras que, en un d?a nublado, acompa?ado de una tormenta leve, no podr?an ser abordados. En condiciones de mala visibilidad podr?an pasar inadvertidos… Ser?a mejor que los advirtieran.

Uno de los remiendos en el fondo, junto a la quilla, estaba despegаndose, y por ah? dejaba pasar el agua…

El ingenioso plan del intrigante se volviо contra еl mismo. Transcurridas seis horas, despuеs de iniciarse la traves?a a ciegas, el motor exprimiо de s? todos los jugos y se puso a escupir con gasоleo de mala calidad. En definitiva, bramando dentro de sus l?mites de potencia, empezо a rugir como una fiera herida de muerte, y en un instante se parо, o se deteriorо o simplemente muriо, y al final despidiо holl?n.

Lаzaro no habr?a podido comprender la causa de la rotura, y no lo intentaba siquiera. La barcaza ven?a inclinаndose estrepitosamente al borde izquierdo, y al mismo tiempo se hund?a en el mar por el lado de la toldilla. Parec?a ser, que el agujero se formо atrаs en el lugar de aquel remiendo de acero. La presiоn del agua lo hizo saltar, como si fuera un corcho de champa?a.

Ahora nadie pensaba acerca de los hаbitos nаuticos del piloto-impostor. El pаnico no deja lugar a las reflexiones cuando todos concibieron que el buque estuviera hundiеndose, el miedo ya hab?a expulsado los ?ltimos focos del raciocinio. Los ancianos fueron las primeras v?ctimas. No pudieron salir siquiera a la cubierta superior. El camarote quedо inundado en unos segundos. Entre ellos quedaron sepultados los padres de Lаzaro, do?a Mar?a Elena y don Ramоn, y cinco desgraciados mаs.

Una enorme ola cubriо la cubierta sin que dejara la m?nima posibilidad de encontrar all? un refugio. Ahora la gente estaba cara a cara contra el mar. La barcaza, mejor dicho, los restos que quedaron de esta, se desped?a expidiendo los ?ltimos gorgoteos y pompas efervescentes…

Hallаndose fuera del yate, Elizabeth vio a unos pobretes que se ahogaban, los cuales uno tras otro iban hundiеndose. No gritaba como los mayores, no ped?a ayuda. All?, a unas veinte yardas de ella, estaba el peque?o Eliancito. Еl combat?a contra las olas, sintiendo que ya se le agotaban las ?ltimas fuerzas, y bataneaba con sus peque?as palmas el ocеano cruel. Ten?a miedo. No pod?a ver sus salpicaduras, se lo imped?an hacer las olas pesadas, de las cuales se hac?a mаs y mаs dif?cil escurrirse.

Su padre todav?a no aparec?a… ?Dоnde estа? Ahora aparecerа el salvavidas, y luego llegarа a nado su taita. Obligatoriamente llegarа hasta aqu?, habrа que resistir un poquito. Es que su papа le ense?o a nadar…

Juan Miguel en este momento realmente ven?a corriendo para socorrerle. Se aproximaba a la orilla inconsciente, la arena porosa le obligaba a desacelerar la velocidad, pero ya el agua le llegaba a la rodilla. Apartando con las manos las olas endiabladas, iba avanzando mаs y mаs. Estas le pegaban bofetadas, haciеndole borrar al mismo tiempo las lаgrimas de su desesperaciоn. Еl gritо por su incapacidad y presintiendo algo muy horrible…

La nota, esa extra?a nota de Elizabeth con una palabra alarmante “Perdоname”. Una s?plica humana, expresada mediante un verbo en forma imperativa. “Perdоname” siempre lleva prаcticamente un significado global, y casi nunca se refiere un deseo de ser indulgente por alguna culpa concreta. Por eso, probablemente, es mаs fаcil implorar perdоn por todo lo hecho. “?Por quе perdonarle?… – Juan Miguel estaba atormentado por las dudas, – ?Dоnde estа Eliancito? ?Para quе Eliz se llevо todo el dinero? ?Quе ocurriо?

Algo desconocido lo empujо afuera, a la calle, a la avenida, al ocеano… Iba guiado al encuentro por la inminencia.

Las olas le pegaban en el pecho, mientras que еl solamente intentaba resistir y no cometer una locura. Quer?a moverse a nado y no pudo explicarse a s? mismo hacia adоnde y para quе… Se sent?a como una part?cula de arena, impotente e in?til. Pero en este mundo hab?a una persona, un hombrecito mucho mаs vulnerable, este era su Eliancito. Ya por eso no deb?a ser debilucho. Es que еl es el padre…

– ?Eliаn!… – gritaba Juan Miguel a la lejan?a infinita, pero su voz iba perdiеndose en un ruido roncador de las hileras amenazadoras. Las falanges alineadas de las olas ven?an avanzando, y la presiоn iba creciendo. Ellas lo hac?an revolotear con escarnio, intentando tragarlo con los molederos remolinos de espuma, pero el hombre permanec?a parado, segu?a llamando a su hijo:

– ?Eliаn!…

Su ni?o permanec?a callado. Sab?a que su papа lo estaba mirando, que еl de un instante a otro le tender?a la mano y lo salvar?a. Como en aquella ocasiоn… Su papа no dejarа que еl se ahogue…

Ya no hab?a ninguna barcaza. Elizabeth pudo visualizar una figura mаs, estaba al lado, a unas diez yardas, agarrada a un neumаtico inflado. Lаzaro se val?a de еl para desplazarse por el agua y era el ?nico accesorio de salvamento que hab?a en la embarcaciоn ya hundida. Con la mano libre remaba en direcciоn opuesta al lugar donde Eliancito, con sus ?ltimas fuerzas, pretend?a mantenerse a flote.

– ?Vuelve! ?Atrаs! – rogо Eliz, Lаzaro se encontraba mаs cerca a su hijo. Pero su llamamiento condenado quedо sin respuesta. Еl continuaba alejаndose, sin poder imaginar que la desolaciоn dio a Eliz un incre?ble coаgulo de energ?a, la obligо a tomar una decisiоn drаstica.

Ya no nadaba, sino que se empujaba del agua con las manos y los pies, avanzando precipitadamente. Parec?a que las olas la estaban apretando. La distancia hasta su ex amante iba disminuyendo. En total eran cinco yardas, tres, dos, una y he ah? su pie… Ella ya lo agarrо del tobillo y con fuerza dio un tirоn hacia s?. Ella misma, habiendo alcanzado el neumаtico, como si fuera una martillista, lo hizo girar hacia el lugar donde supuestamente se encontraba Eliancito. Aplicando todas las fuerzas disponibles, hizo sacar del pecho la ?ltima posibilidad de salvar al mаs querido, que ten?a ella, a su primogеnito, al hijito suyo.

?Dоnde estа? ?Acaso es tarde? ?Puede ser que todo ha acabado? La vida de ella no vale nada, solamente hacerlo a tiempo, solamente llegar al lugar donde estа el peque?uelo…

Algo la tiraba hacia atrаs. Era la mano musculosa de Lаzaro. Emergiо del torbellino oceаnico que le estuvo dando vueltas. Eliz se dio vuelta a еl… y sintiо un fuerte golpe. Un potente pu?etazo en el entrecejo. No sent?a dolor. La sangre brotо como un chorro y la ola se la lavо con un manotazo salado.

Por primera vez le pegо. Era mаs fuerte. Pero ella era mаs audaz. Este intentaba salvar su vida, y ella la de su ni?o. Esta era su principal superioridad. Perdiо el sentido por un instante y al volver en s? reanudо la persecuciоn.

Las olas parec?an burlarse de Lаzaro, organizando danzas delante de su nariz, e impidiеndole determinar el lugar donde se hallaba el neumаtico. ?Y quе misterio es esto? ?Otra vez la bruja! Hab?a que asestarle un golpazo en la frente y as? acabar para siempre con ella. La mujer lo agarrо con las dos manos, ?y quе estа haciendo? ?En quе estа pensando? La pegaba en la cabeza, le pinchaba los ojos con los dedos, le arrancaba el pelo… Todo era in?til.

– ?Suеltame! – vociferaba frenеticamente en un estado de pаnico el desgraciado piloto anheloso. Ya ten?a presa de muerte la nuez de la garganta y lo arrastraba al fondo, tras s?, ya que hab?a decidido firmemente alcanzar las profundidades del ocеano en compa??a de un varоn. ?Habr?a que enterarse si estaba all? el ni?o y si logrо alcanzar el neumаtico?… Ella mor?a, liquidando la amenaza a Eliаn.

El cuerpo de Lаzaro, al haberse desprendido de las manos de Eliz, encontrо un refugio al lado de un enorme cornudo coral cerebro, rodeado de plumas de gorgonias. Esta ca?da inesperada de algo ajeno alarmо a una colonia de esas esponjas de dos metros. Se pegaron al cadаver como si fueran sanguijuelas, habiendo expulsado una cantidad inimaginable de tintura de color lila. Unos tiburones pronto advirtieron el cuerpo rojo, aunque no lo tocaron, creyendo que ser?a venenoso. Tampoco lo hicieron con Eliz, la que estaba durmiendo el sue?o eterno. Se acomodо en una cavidad poco accesible para sus mand?bulas macizas entre los corales negros, en un campamento retirado de peces balistes y angelotes, nоmadas del Atlаntico.

Unos peces raros susurraban un no sе quе a la bella durmiente, imaginаndose ser guardias, que desterraban el ajetreo y las dudas. Le aplicaban un maquillaje de tranquilidad en su semblante, intentando quitar de su cara el velo inmоvil de un temor incompresible. “No te molestes, princesa… un adepto habr?a podido leer los desahogos mudos, valiеndose de los labios – Esta es una de las mаs hermosas inhumaciones terrenales. Aqu? reina la calma y la pacificaciоn…”

Si no fuera el severo Epinephelus el que siempre sacude las aletas y menea la cola, como si supiera algo de importancia que solamente lo darа a conocer cuando los otros le abran el paso. Pues, por favor. Expоn tu noticia, fanfarroncito. ?Quе viste all?, estando arriba, en la superficie de las aguas maliciosas? Un ni?o desesperado que se ahogaba. Se val?a de las ?ltimas fuerzas para alcanzar un neumаtico de goma, se encaramо en este y pudo mantenerse hasta que se estableciо la bonanza. Ahora estа durmiendo en medio del centellante espejo del mar. El sol le hace cosquillas en la nariz…

?Y nada mаs? ?Esa es toda la novedad?… ?Se hinchо como si supiera unos detalles s?per importantes! “No quieren o?rme hablar, como quieran” – Epinephelus saliо a escape, advirtiendo una maravilla azul cielo, era un Acanthurus que se filtrо por detrаs del coral, dando a entender que el pececito ser?a un oyente mucho mаs agradecido. No obstante, apenas hubo desaparecido el Epinephelus, los sarcаsticos balistes y los irоnicos angelotes percibieron con sus escamas que la alarma en su oculta cavidad ya desapareciо sin dejar rostro, y de la faz de la princesa se esfumо la m?mica de un temor incomprensible y apareciо una sonrisa misteriosa…

La ma?ana del 23 de noviembre de 1999

Alta mar, a 10 millas del puerto de Key West

Extremo meridional de Florida

– ?Hombre al agua! – vocifero un pescador barbudo, haciendo bajar un bote de salvamento al agua.
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