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90 millas hasta el paraíso

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Поля

– No.

– ?Cоmo entraste sin ella?

– La robе.

La respuesta hizo sonre?r a la guapa. Еl no tergiversaba la verdad. La invitaciоn ingresо en la Universidad de La Habana en un solo ejemplar y llegо a nombre de un l?der formal de una organizaciоn juvenil que no gozaba de autoridad. Los estudiantes radicales no reflexionaron mucho rato, quiеn deb?a ir a la velada. Se hab?a decidido aprovechar la tribuna para hacer una declaraciоn pol?tica. No encontraron tiempo para organizar una acciоn, pero el ardor revolucionario acaloraba la sangre joven.

Mientras tanto, Mirta ard?a por enterarse de cuаles eran las dos causas que motivaron a este galаn a visitar el hotel “Nacional”, donde se hab?a reunido una tan desagradable compa??a para еl:

– Ahora relаtame acerca de los dos motivos que te empujaron a venir a esta cloaca de aduladores y payasos. ?Espero que la causa primordial sea yo? ?Probablemente quer?as verme para disculparte por la groser?a tuya?

No tuvo tiempo Mirta en recibir, aunque sea una m?nima respuesta, y en ese instante entrо con violencia en el hotel, aullando y ululando, una bandada de representantes de la vanguardia revolucionaria del estudiantado de La Habana. Unas cuarenta personas, principalmente jоvenes no mayores de veinte a?os, se precipitaron al vest?bulo, arrollando en su camino a los guardias, porteros y maestresalas, gritando consignas antigubernamentales, tirando contra los burgueses y plantadores tomates podridos.

– ?Esta es… la causa principal! – gritо con furia Fidel, y, dispersando al p?blico con los codos, se dirigiо a la escena.

Le atajaron el camino mocetones robustos de la seguridad personal de Grau. Al lado de la tribuna se entablо una pelea. Los compa?eros de Fidel llegaron a tiempo para prestarle ayuda.

La m?mica no adecuada de los m?sicos de la banda de jazz y la confusiоn del animador contrastaban con el empuje seguro de los golfos. Se ofreciо a aplastar el ataque de los rufianes desaforados el edecаn de Batista, enfurecido del impacto directo del tomate a su nuevo uniforme de gala. Disparо hacia arriba con una pistola tipo “Beretta”, pero acertо desafortunadamente en una enorme ara?a de cristal. Una lluvia de trocitos empezо a caer sobre el p?blico, que hace poco tiempo se ve?a muy pausado, lo que conllevо a un desenfrenado atropello lleno de pаnico entre ellos. Varias damas cayeron desmayadas y sus esposos intentaban torpemente portarlas lo mаs lejos posible de la bacanal. El poco exitoso tirador, habiendo advertido que, a su patrоn, al presidente, y a la delegaciоn de los huespedes los apartaron muy lejos del pecado, concibiо que no hab?a ante quien hacerse el hеroe, y se dirigiо a pedir refuerzos.

Habiendo alcanzado la tribuna con el escudo de Cuba, uno de los jоvenes patriotas arrancо del mаstil decorativo la bandera estrellada a rayas, la arrugо y la tirо a la multitud. Luego vociferо algo al micrоfono, que no ten?a nada que ver con el momento de la acciоn, ser?a algo sobre la flora y fauna. Solo comprendido por еl, su lenguaje de metаforas profundas resulto ser inaccesible al auditorio, por su contenido como tal, y tampoco porque alguien ya hab?a desconectado los micrоfonos. La decepciоn no doblegо al joven, aspirо un metro c?bico del aire y vociferо a grito pelado:

– ?Gringo! ?Go home!

Esta rеplica la comprendieron todos, periоdicamente, o, aunque sea una vez en la vida, la pronunciо cada uno, pero en total el “speech” no fue exitoso. Al fallido Cicerоn lo hicieron bajar de la tribuna tres pares de manos velludas. El vest?bulo lo inundaron los polic?as y los militares con fisonom?as sombr?as y gente vestida de paisano con jetas de shar-pei. Los civiles daban оrdenes a los que llevaban uniformes. A los alborotadores pronto los hicieron retroceder hacia la salida. Ah? les dieron una buena paliza aplicando las porras. A alguno de ellos le ataron las manos y los cargaron en los coches de la polic?a y en un camiоn militar.

Fidel de nuevo evitо el arresto. Es que los que intentaban doblegarle se hallaban tendidos en el parquе lacado, contrayеndose del dolor, como si fueran Bandar-logs, enganchados con la pata del temible oso Baloo.

?Y Mirta quе?… Ni un solo paso se separо del hеroe alocado. Apenas se hubo aclarado que la acciоn espontаnea de los estudiantes fracasо estruendosamente, y el orden en el hotel poco a poco iba restableciеndose, ella, sin incomodarse, lo tomо del brazo y lo condujo a la salida.

Una dama de ciertos kilos encima, en un vestido de gala, de repente, refunfu?о a espaldas y luego lanzо un chillido, mostrando con un abanico plegado en direcciоn del fortachоn:

– ?Este es su dirigente! ?Este es su gu?a! ?Ese joven robusto con bigotes asquerosos!

Es bueno que las exclamaciones de la se?ora desaparecieran en ese griter?o. La misma Mirta, como un gato salvaje, refunfu?о de manera amenazante a la delatora. Aquella, sin encontrar respaldo, desplegо el abanico y se puso a agitarlo, siguiendo resoplando de calor o de rabia.

El edecаn de Batista arribо con un refuerzo, finalizando ya el espectаculo. No pudo interceptar a su ofensor, al lanzador de tomates despeluzado. Tuvo suerte el hooligan. Si lo hubieran agarrado, lo primero que habr?an hecho con еl, lo obligar?an a lavar a mano el uniforme estropeado.

– ?A rodear el hotel! ?Dispеrsense por el per?metro! – iba dando sus оrdenes tard?as a los soldados, mirando de un lado a otro en busca de su patrоn…

En lo que se refiere a Fulgencio, esa insolente acometida de los desbocados radicales favoreciо a su pol?tica. Meyer Lansky y Sam Giancana una vez mаs pudieron convencerse de la incapacidad del presidente Grau de evitar tales intervenciones por parte de los extremistas. Es que justamente la travesura proveniente de la juventud desarmada y de cara amarilla dir?amos que son unas “florecitas” en comparaciоn con las “bayas”, que representan una amenaza real de la oposiciоn de izquierda.

– Еl nunca pudo vaticinar un fenоmeno y adelantarse a еl – el ex escribano-parven? del estado mayor a sus due?os norteamericanos.

– ?Podrаs hacerlo? – Lansky le mirо como fiera carn?vora.

– He sido creado para esto – le asegurо Fulgencio – harе pudrirse a esos holgazanes en las prisiones y voy a castigar a los incitadores de los desоrdenes. Los fusilarе sin juicio alguno. Crearе una estructura especial destinada a cazarlos. Abrirе la temporada de caza de los rojos.

– En este caso no te diferenciarаs en nada del dictador Machado y te derrocarаn tambiеn – expresо su opiniоn Sam Giancana.

– No te olvides que Machado en el a?o 1933 huyо a las Bahamas justamente gracias a nuestro amigo Fulgencio – le hizo recordar Lansky, satisfaciendo as? a Batista y a?adiо – Estа bien, te haremos presidente y te regalaremos este lujoso hotel “Nacional”. Pero recuerda que hemos gastado y a?n gastaremos aqu? cantidad de dinero. Hay que decir que de manera argumentada exigiremos la protecciоn de nuestras inversiones en tales proyectos.

– El ejеrcito de Cuba estа a vuestra disposiciоn – como si hubiera dado parte Fulgencio conmovido.

– Y a tu disposiciоn tienes a la “Cosa Nostra” – se sonriо Sam. Esa rеplica ven?a oliendo a intimidaciоn. Pero Batista no tem?a enfrentarse a la responsabilidad. Еl sabrа cоmo ganarse los favores y ante la mafia, y ante la CIA, cuando reciba el poder ilimitado sobre su propio pueblo. Estaba dispuesto a santificar su juramento de lealtad a los que donan el poder con sangre. No con la suya, sino del altar de sacrificios humanos. Sus antepasados, indios de la tribu siboney, hallаndose en un estado de еxtasis religioso, no registraban cuаntos ser?an los sacrificados que deber?an satisfacer a sus ?dolos.

– ?Capo, aqu? hay alguien! – uno de los guardaespaldas informо eso al jefe. Giancana se apartо bruscamente de los arbustos, donde vio en ese lugar una visible agitaciоn. Otros dos guardias ya hab?an sacado sus revоlveres para rechazar el ataque y proteger a Lansky y Giancana. Fulgencio tambiеn sacо de la ca?onera su pistola, con una empu?adura incrustada y un grabado con la imagen de una, ?nica en su especie, mariposa cubana en el ca?оn y tomо la pose de guardaespaldas.

– ?Jefe, aqu? en los arbustos hay una dulce pareja! – se sonriо un gаnster desdentado.       Mirta, en un abrir y cerrar de ojos se orientо debidamente en la situaciоn y cubr?a de besos a Fidel. Sea como sea, no dir?amos que еl intentaba oponerse. Al contrario, a los oradores le gusta besarse con las chicas guapas.

– ?Mirta D?az? – Batista hizo grandes ojos de la sorpresa – La conozco. Es la sobrina de mi futuro Ministro del Interior. ?Con quiеn estаs?

– Es mi amigo, Fidel. Es el hijo de un latifundista de Birаn – con un tono suplicante susurraba la chica – no se lo cuente, por favor, a mi t?o y a mi padre.

"Por favor" en sus labios sonо con aire suplicante y servicial. A Fulgencio eso le pareciо la ?nica y verdadera entonaciоn en este caso concreto. Naturalmente, no se pondrа a desenmascarar a la jovencita ante el severo padrazo, otra vez exhibirа la condescendencia, la cual no le costarа nada.

Giancana perdiо el interеs por la pareja descubierta y habiеndose despedido de Lansky y Batista, se dirigiо a sus apartamentos. Mientras Lansky mostrо una mayor curiosidad.

– Parece que el joven “perdiо la palabra” – picо este a Fidel – ?Do you have an invitation?[14 - Do you have an invitation? – ?Tiene Ud. una invitaciоn? (ingl.)]

El joven permanec?a callado. Esto pod?a ser solamente entendido porque еl no dominaba el inglеs. La chica suplicaba a Dios que el muchacho no se descubriera. Pero, parec?a, que de ella ya nada depend?a. Se acercо a Batista corriendo su edecаn jadeante. Probablemente, para reportar algo. Pero al ver a la persona bigotuda, a este le indicо con el ca?оn de la “beretta”, expresаndose as?:

– ?Este es el caudillo de los rebeldes! – еl quer?a arrestar a Fidel, pero Batista hizo parar con un gesto a su subordinado ardiente, se aproximо muy junto al joven Castro y le susurrо al o?do:

– Si es as?, estoy muy contento de conocer al caudillo.

Fidel segu?a guardando silencio. Batista una vez mаs lo perforо con su mirada, mirо severamente a Mirta y gui?ando a Lansky, que no comprend?a ni una palabra en espa?ol, sentenciо mаs bien para el edecаn:

– Es poco probable que lo diga.

Meyer Lansky esperaba las explicaciones.

– Se?or Lansky, mi edecаn por todos lados ve a conspiradores ocultos – tomо del brazo a su protector, apartаndole de Mirta y de su acompa?ante – los hijos de los ricos no son peligrosos para nosotros. En sus cabezas sopla el viento.

– El viento comunista – le corrigiо Lansky, descontento de que el rebelde haya podido evitar el castigo merecido, como si lo presintiera – en un futuro no lejano habrа hechos desagradables ligados con este hombre callado. Como si mirara en el agua.

Fidel nunca se reputaba de ser una persona callada, pero Batista, muy seguro de s? mismo, ni esta vez, ni en las veces posteriores, no apreciо debidamente al joven robusto, considerаndole un advenedizo torpe, a semejanza de decenas de tales gritones del partido de “ortodoxos”, de la Federaciоn de Estudiantes Universitarios, del as? denominado “Directorio Revolucionario”. Ademаs, el larguirucho est?pido, sin saberlo, le hizo un gran favor, poniendo de manifiesto a sus socios toda la incapacidad de los presidentes civiles.

* * *

El 10 de marzo de 1952, Batista, valiеndose del dinero de Lansky y Giancana, dio un golpe de estado. El pueblo estaba en shock, el presidente leg?timo huyо a los EE.UU., aunque el putch ven?a revelаndose en los medios. Pero Batista, justificando ante los norteamericanos la reputaciоn de una persona de acciоn, de “mano fuerte”, cerrо los periоdicos “Hoy” y “La palabra”, las revistas “Mella” y “La ?ltima hora”. La gente de Fulgencio llevо a cabo un ataque al programa televisivo “Universidad en el aire”. Lo destruyeron y golpearon cruelmente a los corresponsales. Para que sea completo el acto, este suspendiо una transmisiоn de TV – absolutamente inofensiva, que no ser?a clasificada como neutral, sino contemplativa – “Ante la prensa”. Fue hecho por si las moscas.

La prensa norteamericana, llevada de la mano de Lansky y las familias neoyorquinas, justificaba la actividad del dictador, ligаndola a la necesidad de organizar una severa resistencia a la difusiоn de la peste comunista. La guerra fr?a      se hallaba en pleno apogeo y favorec?a a la pol?tica de Batista y de la mafia. Se estableciо una dictadura.

Fidel resultо que se hallaba en la cаrcel tras el intento fracasado del asalto al cuartel Moncada, en Santiago de Cuba, el 26 de julio de 1953. A ciento treinta y cinco sublevados se le opon?an dos mil soldados del ejеrcito regular. Decenas de compa?eros de lucha de Fidel fueron asesinados cruelmente por la soldadesca. Quedо vivo milagrosamente, y tras las rejas esperaba el juicio. El l?der rechazо al abogado. Decidiо defenderse a s? mismo.

En las audiencias del asunto №37 de 1953 presid?a la sesiоn un tribunal extraordinario. Precisamente aqu? no naciо un l?der de una separada banda de insurgentes, sino un pol?tico a escala pancubana. “El Movimiento 26 de julio” se dio a conocer por la boca de su l?der, como una fuerza real en Cuba. El discurso acusatorio en su defensa, lleno de un enojo justo, maravillо hasta a los lameculos de Batista y fue acogido con entusiasmo por el pueblo.

El 16 de octubre, en una peque?a sala de una escuela de enfermeras adjunta al hospital “Saturnino Lora”, se celebrо una farsa judicial sobre Castro. Еl ya hab?a sobrevivido a dos atentados fallidos en la celda de arresto del municipio, donde lo colocaron en una cаmara individual. Cuando se irguiо en toda su estatura, llevando una toga descolorida, ante sus acusadores, aquellos comprendieron que en vano le permitieron hablar a Castro. Pero ya era tarde.
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