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DE NAUFRAGIOS Y AMORES LOCOS

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Lo menos que yo hice fue cocinar, parrillaba langostas, camarones y bistecs de res y cochino. Pollo se vend?a bastante, lo mismo crudo que frito. Otra cosa que compraban mucho, yo dir?a que lo que mаs compraban era ron Havana Club, me imagino que para despuеs revenderlo en la Yuma y tambiеn cocos, panes galletas. Aquello era una locura, ni por las noches ten?amos descanso. Yo pude salir si acaso unas seis veces a la casa a dormir un rato, entonces era cuando aprovechaba y escondidos dentro de unas pi?as, que calaba previamente por debajo, sacaba mis fajitos de dоlares y pesos. En ese tiempo un dоlar se vend?a en bolsa negra a cuatro o cinco pesos.

Yo me pasе la mayor parte de ese tiempo, casi dos meses, prаcticamente anestesiado, me met?a una botella y pico de ron al d?a y no era tanto por el gusto de tomar por tomar, sino para aliviar el cansancio. All? perfeccionе un poco mi inglеs, porque aunque casi todos los clientes eran cubanos yo aprovechaba para sacar guara con ellos y les preguntaba el nombre de las cosas que compraban, y cоmo se dice esto y cоmo se dice lo otro. Aquello era un para?so mar?timo, nunca podrе olvidar aquel tiempo. Los que si dicen que tuvieron que mamаrsela como el chivo eran los escorias que se iban. Los ten?an concentrados en unas аreas grandes alambradas y dicen que las pi?aceras que all? se formaban eran del carajo pa’lante. Por una caja de cigarros se llegо a pagar all? hasta cien pesos. Yo conozco gente, de los vecinos del lugar, que se hicieron prаcticamente ricos en un par de meses revendiendo cosas.

Cuando se acabо todo me met? casi una semana durmiendo, me levantaba nada mаs que a comer y a mear. Estaba prieto que parec?a un carbоn.

De inmediato con los fondos ingresados me dediquе a poner cuqui el apartamento, arreglе y pintе las puertas, paredes y ventanas, comprе manteles, cortinas, una nueva tasa sanitaria y un lavamanos, tambiеn una cocinita de gas, un aire acondicionado y un televisor Caribe new paquet.

Me quedaba una buena porciоn de dinero todav?a y aspiraba en breve a comprarme una moto Riga, que no ser?a gran cosa, pero gastaban poca gasolina y serv?an para moverte a cualquier lugar. Eso era lo que pensaba, pero no sе porque a m?, y me imagino que a todo el mundo le pase igual, siempre que tengo un proyecto casi cuadrado en la mente se me va al piso. Cuando yo digo que el Destino es lo mаs grande del mundo.

Hab?a ido una tarde a ver una pel?cula cubana que estrenaban en el cercano cine “Payret” y cuando salgo de all?, ven?a con la vista gacha encendiendo un cigarro y miro para el frente del Capitolio veo una gente conocida. El corazоn me dio un brinco, no pod?a ser. Agucе la mirada y aun as? me parec?a que estaba so?ando. Mis pies, creo que sin que el cerebro se lo ordenase ya me estaban acercando a ella. No me hab?a visto y cuando le hablе, bajito por la duda de estar equivocado, la voz me saliо gruesa y era por el nerviosismo

_ ??Bety?!

Se volviо poniеndose al mismo tiempo las manos en la cabeza.

_Pero Rey, si t? me has ca?do del cielo, mi Patico_ y al momento comenzо a llorar emocionada.

S?, era mi Bety, la rubita alocada de aquellas noches camag?eyanas.

_Pero muchacha, ?quе t? haces aqu?? Yo te hac?a en Rusia ?Cаlmate! Ven, vamos a conversar.

Sentados en la escalinata del Capitolio me pasо todo el casete. Cuando abordо el barco para Odesa deb?a haber ca?do con la menstruaciоn desde una semana antes, pero no le dio mucha importancia al asunto pensando que el nerviosismo por el viaje era el culpable del atraso. Le ayudо a corroborar la idea de que no estaba embarazada, el hecho de que fue una de las que menos vomitо a causa de los mareos en el viaje, que dice que entre hembras y varones hizo estragos debido al mal tiempo que los acompa?о.

Llegaron a Odesa despuеs de veinti?n d?as de navegaciоn y nada de regla, llegaron a Tula la ciudad donde iban a estudiar y nada, pasо otro mes y empezо a preocuparse seriamente, pero no fue al mеdico. Me contо que allа los servicios de salud eran un desastre, olv?date de lo que publican en Sp?tnik, me dijo que aquello hab?a que verlo para creerlo. En definitiva cuando fue y le corroboraron que ten?a casi tres meses y que no se lo pod?an sacar decidiо continuar fingiendo, pues sab?a que estaba prohibido estrictamente a las estudiantes salir embarazadas. Se le ocurriо ponerse una faja y como estaban a fines de oto?o y en el invierno los largos y gruesos abrigos que deb?an usar le escondieron la barriga pudo seguir ocultando el hecho hasta que ya en febrero, con siete meses, la bomba explotо. Se enterо el representante de los alumnos, despuеs el jefe de la oficina, luego otro funcionario de la embajada, hasta que decidieron enviarla de regreso a Cuba.

La madre, que hab?a sido informada de todo, le prohibiо viajar en aquel estado a Camag?ey para evitar el quе dirаn de los vecinos y la pena, y le ordenо quedarse en la capital en casa de una t?a hasta que pariera y despuеs ver quе soluciоn se le daba a todo. Ahora el bebе ten?a un a?o y tres meses de nacido. Mi bebе, as? me lo hizo saber, jurо y perjurо que desde que Ricardo la dejо por la profesora en marzo del a?o anterior sоlo hab?a tenido relaciones sexuales conmigo. Ademаs el cаlculo que hicimos de los nueve meses de embarazo y la edad del ni?o coincid?a totalmente. Se parece a ti, deja que lo veas, me dijo riendo emocionada.

Realmente la noticia lejos de asustarme me alegrо, quer?a poner en orden mi vida y ahora recibir as? de sopetоn, a m? que extra?amente llevaba una vida sexual demasiado pac?fica, a un hijo ya nacido y una esposa joven y bonita me pareciо en verdad un regalo de Dios. Ah? mismo se lo hice saber, que lo asum?a todo, que se considerara casada informalmente hasta que lo hiciеramos ante un notario. Me dio mucha lаstima cuando me contо la cantidad de veces que hab?a so?ado con este encuentro, para mаs desgracia hab?a perdido mi direcciоn y no imaginaba siquiera como podr?a localizarme. Un poco apenaba me comentо que al ni?o le hab?a puesto mi nombre. Me atrev? y la besе levemente, pero ella, parece que por la emociоn y tanta desesperaciоn acumulada respondiо con una succiоn prolongada que casi me deja sin aliento.

No sal?a de su asombro, dec?a que nuestro reencuentro era milagroso, pues aquella era la primera vez que hac?a el viaje al centro de la Habana despuеs del parto y no imaginaba ya tener la mаs remota posibilidad de hallarme.

La llevе de inmediato a conocer su futura casa y le encantо. No cesaba de alabarme por mi suerte y yo le promet? formalmente que mi suerte era la suya. Hicimos el amor apasionadamente, solo que reprimiendo los deseos de gritar, pues a?n no hab?a oscurecido y muchos vecinos rondaban por el pasillo del solar. Esa misma noche en un taxi fuimos hasta Boyeros, donde estaba viviendo y regresamos con el ni?o y todas sus pertenencias.

Pronto el chiquillo, que como era un Rey peque?o le dec?a Pr?ncipe, se acostumbrо a m? y comenzо a llenarme de emociones, caricias y tibias meadas diurnas y nocturnas. Mаs trabajo pasо Bety para acostumbrarse al solar, le molestaba la m?sica alta casi a todas horas, los frecuentes toques de tambor, el ruido del dominо, el orine de los perros en el pasillo. En fin que lo que hab?a comenzado como un nido de paz y armon?a poco a poco se fue convirtiendo en un caos. Se enemistо con varios vecinos que conmigo se llevaban mamey y me vi obligado a hacer de аrbitro en unas cuantas discusiones. No sе si por eso le cogieron ojeriza y empezо a sentirse mal, mareos, dolores de cabeza, nerviosismo y todo se lo achacaba a la brujer?a.

_Eso es un polvo que recog?, Rey, no seas bobo muchacho, si yo nunca me hab?a sentido nada de esto.

Le entrо entonces la locura de permutar y empezamos a o?r proposiciones. Quer?a irse para Alamar, pero a m? aquello no me gustaba, le propuse buscar algo en Boyeros, cerca de su pariente y me respondiо que ni loca. Decidimos hasta tanto apareciera algo que colmara nuestros gustos en com?n dar un viaje desestresante a Camag?ey, a pasar unos d?as entre los suyos y aprovechе la ocasiоn para montar por primera vez en aviоn, un YAK-40 que en cuarenta minutos nos llevо a la tierra de los tinajones. Miles de a?oranzas recorrieron al trote mi mente mientras ve?a desde el aire los contornos de la vieja ciudad ?Dоnde estar?an a estas horas Ricardo, el Plomo, Fide y todos los demаs? ?Estar?a a?n en la Universidad Layanta Palipana,el que me comprо la guitarra? Me promet? que si me quedaba tiempo pasar?a por allа.

Sin embargo a los tres o cuatro d?as de estar all? me entrо un culillo por regresar a la Habana que no se me quitaba ni atrаs ni alante. Bety, que se recuperaba visiblemente de sus malestares no quiso volver tan pronto de ninguna manera, por lo que agarrе mi vieja mochila y sal? para la terminal de оmnibus.

Las cosas buenas y malas se van turnando en la vida de las personas igual que la luz y la oscuridad, la salud y la enfermedad. Siempre andan unas disputаndole el puesto a las otras, as? le pasо a mi bonanza. El culillo que ten?a era una premoniciоn, algo que me alertaba. Cuando lleguе al comienzo de la cuadra donde viv?a me percatе de que algo andaba mal, todav?a algunos curiosos, de los tantos transe?ntes que a diario circulan por all?, se deten?an frente a la puerta de acceso a la escalera del solar.

No me dejaron llegar, enseguida dos o tres vecinos se acercaron a m? para contarme y consolarme. Nadie sab?a aun cоmo ocurriо todo, sоlo estaban claros de que la fuerza del fuego fue descomunal, ademаs de mi cuarto se quemaron otros dos, la vieja Hortensia sufriо lesiones muy serias. A m? con la noticia me entrо una flojera en las piernas que me hizo caer de nalgas en la acera, mi mirada quedо fija en un punto indefinido del espacio mientras en la mente trataba de hacer un cаlculo del valor de las pеrdidas. All? no quedо nada, me hab?an dicho, ni subas. Por lo pronto pensaba en el fr?o, el televisor y el aire acondicionado, pero tambiеn en la cocina, la ropa, el radiecito de Mariana y mаs que todo en unos siete mil pesos que dejе guardados en el escaparate, y mаs a?n en la propia casa ?Dоnde iba a vivir ahora, cоmo recibir?a Bety aquella noticia? ?Ser?a esto tambiеn parte del polvazo que le hab?an echado, seg?n ella? Brujer?a, casualidad o el Destino, lo cierto era que quedaba nuevamente con una mano adelante y la otra atrаs.

Logrе, despuеs de mucho insistir, que me dejaran subir para inspeccionar los da?os. La realidad superaba todo lo que hab?a imaginado: las puertas estaban convertidas en cenizas, las paredes interiores y todo el maderaje de la barbacoa hechas mierda, las losas del piso se hab?an cuarteado seg?n pude ver entre los carbones, el techo perdiо el estuco y en varias partes afloraban las cabillas desnudas y renegridas. De los muebles no pude discernir rastro alguno entre tanta carbonizaciоn. Cuando vine a darme cuenta me dol?an los labios de tan fuerte que mis dientes los oprim?an, al tiempo que dos gruesos lagrimones me rodaban por la cara. Ruina total, desamparo, desgracia, desgracia, repet?a para m?, de pronto me sent? halado por un brazo. Era Margarita la vecina mаs vieja del solar, la matrona, a la que todos acud?amos en busca de consejo o de consuelo, cuyo cuarto milagrosamente hab?a quedado intacto. Me llevо hasta allа y me hizo tomar una taza de tilo, cuando me notо un poco mаs calmado me ofreciо entonces un vaso de ron bien lleno.

_ ?Bеbetelo, cojones! y alеgrense de no haber estado ustedes esa noche ah?. La vida es lo que vale, dale, bеbetelo y p?deles a los santos para que te den achе. Hoy por la ma?ana estuvieron aqu? las gentes de la Reforma Urbana, estаn averiguando en quе albergue los pueden meter, y no te preocupes, ?eh!, que en la calle no se van a quedar.

Mi vida, que sin aquel siniestro se hubiera enrumbado totalmente distinto, tuvo un vuelco. Me sent? de pronto desdichado, v?ctima de un castigo inmerecido, pues no consideraba tan graves mis pecados y maldades para recibir tama?o ensa?amiento ?Cоmo iba a afrontar ahora la crianza de mi hijo? ?Cоmo recuperar todo lo perdido? Despuеs del segundo vaso de ron las defensas de mi organismo se desactivaron y me entrо un sue?o incontrolable. Margarita vio mis largos bostezos y me hizo subir a su barbacoa para que descansara un rato. Dorm? mаs de diez horas de un tirоn.

Los trаmites con los funcionarios de Vivienda fueron largos y las explicaciones que me daban me dejaron horrorizado. Exist?an cientos de casos de albergados en el municipio, unos por derrumbes, otros por incendios, otros de casos sociales formados por n?cleos familiares numerosos. Con buena suerte, me dijeron, en seis o siete a?os podr?an darme una nueva vivienda. Me recomendaron mucha paciencia, les di un listado con la relaciоn de los bienes perdidos y prometieron poco a poco irnos entregando algunas cosas.

Le escrib? a Bety contаndole en detalle todo lo sucedido y le promet? que en cuanto estuviera instalado en el albergue los ir?a a buscar. Realmente pude ir por ellos tres meses despuеs.

Nos ubicaron en el local de una desvencijada posada que hab?an convertido en Casa de Trаnsito en el municipio Cerro, pues todas las capacidades de la Habana Vieja estaban ocupadas. Era una habitaciоn sencilla, de apenas diez metros cuadrados, sin ba?o, ni cocina propios, con la ventana pidiendo a gritos una reparaciоn y las paredes clamando por un poco de pintura que borrara las obscenidades escritas en ellas: Aqui Mayito le partiо el bollo a Mayda,12-5-71.Con Norma una noche echamo cinco palo.Luis y Norma.30-3-70…

Si en el solar, que comparado con aquello era un palacio, Bety se sent?a mal, en el albergue se puso a punto de la locura. El Pr?ncipe no ten?a donde jugar, los pasillos nadie los limpiaba y las moscas y la mierda de perro hac?an olas, cosa que una Capricornio como ella, tan asidua del orden y la limpieza no pod?a soportar.

Hab?amos logrado reunir unos viejos trastos a los que llamаbamos muebles: una camita tres cuarto con el bastidor agоnico y una colchonetica llena de chichones que era un delirio, una cunita de medio palo, pero sin colchоn, por lo que el Pr?ncipe dorm?a encima de una frazada doblada; una silla coja, una mesita con las tablas atacadas por el comejеn. Dos ollas de aluminio abolladas y un cubo, junto a tres cucharas, un cuchillo y dos tenedores formaban nuestro ajuar culinario.

Cuando mi rubita se vio haciendo colas para cocinar en el ?nico fogоn colectivo existente o esperando largo rato para poderse dar una ducha en un ba?o que met?a miedo por la suciedad y cantidad de ranas y cucarachas que all? pululaban y mаs a?n cuando se enterо que hab?a familias que llevaban casi diez a?os en aquella situaciоn me dijo

_Decide, Rey ?te quedas aqu? solo o te vas conmigo y el ni?o para Camag?ey?

Ella dec?a Camag?ey, pero en realidad sus padres viv?an en Minas, a un cojonal de kilоmetros de la capital de la provincia. Aquello no era lo m?o y tozudo como siempre fui, aunque con tremendo dolor, le dije que me quedaba, que permanecer all? era la ?nica posibilidad que ten?amos de alg?n d?a volver a tener nuestra casita, que yo iba a hacer todo lo posible por ayudarla. Le ped? que no me abandonara, que se fuera un tiempo para la casa de su t?a en Boyeros, pero estaba choqueada, no entrо en razones. Tres d?as durо el tirijala hasta que no me quedо mаs remedio que acompa?arlos a tomar el tren. Ella se mord?a los labios y las lаgrimas iban bordeando la comisura de su boca hasta resbalar por la barbilla y caer sobre la blusa. El Pr?ncipe me llamaba a gritos. Estuve a punto de montarme con ellos y partir, pero no lo hice, continuе parado en el andеn, con unos temblores incontrolables, hasta mucho rato despuеs que el tren se hubiera perdido tras la curva de los elevados.

Cuando lleguе al albergue el encontronazo con aquel vac?o enorme que hallе me resultо mаs doloroso que el hecho mismo del incendio. Con el fuego perd? pertenencias materiales, ahora sent?a que con aquella partida perd?a un pedazo bien grande de mis amores. La nostalgia me durо semanas, vine a salir de ella cuando me vi flaco por el mal comer, sin un centavo en el bolsillo y sin tener para quien virarme a pedir ayuda. Si hubiera otro Mariel, pensaba, o algo parecido que me proporcionara un poco de dinero y que con este vinieran la tranquilidad y el bienestar, pero ni hubo mаs Marieles, ni mаs tranquilidad.

Entre los albergados mаs viejos se hab?a establecido un pacto sin palabras, sin actas, ni Por Cuantos de ayudarse mutuamente en su com?n desgracia y de esta forma, ni en los d?as mаs dif?ciles me acostе sin comerme aunque fuera un plato de sopa y as?, con el roce diario nos fuimos tomando confianza mutuamente y fueron llegando las primeras propuestas de vender esto o aquello en bolsa negra, de darle camino lo mismo a un pomo de ron, que a una caja de tabacos o unos pitusas.

Yo siempre hab?a pensado que lo mаs dif?cil que hay en la vida era hacer gаrgaras bocabajo, pero cuando me vi precisado a pulirla a diario en negocitos de tres por quilo, corriendo riesgos y siempre alebrestado y as? d?a tras d?a y semana tras semana, sin ver prаcticamente las ganancias, me di cuenta que estaba equivocado y que hasta el momento de ocurrir mi desgracia hab?a llevado una vida despreocupada y con bastante buena suerte.

Aunque supon?a que en el albergue algunos fumaban yerba, no lo puedo asegurar porque nunca nadie me la propuso, pero con certeza s? sab?a que se empastillaban y hasta yo me met? mis buenos pildorazos en d?as de aprieto para salir por un tiempo, aunque fuera mentalmente y enajenado de aquel tugurio. Al otro d?a amanec?a siempre con la boca reseca y amarga, los nervios de punta y una sensaciоn de estarme convirtiendo en una plasta de mierda. Una de esas noches de enajenaciоn, y bien volao me imagino, porque no recuerdo ni cоmo sucediо, le met? mano a Martica, una mulata cuarentona que todav?a dec?a veinte cosas. No sе ni cоmo ser?a la jugada aquella noche, porque en realidad vine a saber que la pasamos juntos cuando en la ma?ana la encontrе completamente en pelotas, acurrucada junto a m? en la cama, en su cama.

Con ella vino un poco de solvencia econоmica, pues ten?a un pariente minusvаlido que pagaba la patente para vender baratijas por cuenta propia y era ella quien fung?a de vendedora, trabajo por el que recib?a treinta pesos diarios. Alentado por aquella posibilidad corr? en busca de mi viejo empleador, el de la fabriquita de plаsticos, quien por suerte a?n segu?a en el negocio y le propuse que me diera en buen precio cierta cantidad de mercanc?a para venderla en la mesa de Martica. Sе que accediо a ayudarme porque me cogiо lаstima cuando le contе el rosario de mis calamidades, pero el caso fue que me dio una mano en un momento dif?cil.

El albergue fue para m? una gran escuela, all? supe de verdad lo que era la solidaridad y tambiеn la traiciоn, la alegr?a y la tristeza compartidas, la humildad y la ambiciоn. Todos los contrastes, todas las virtudes y defectos humanos habitaban all? con nosotros. Conoc? de celos, de amores rabiosos, de intrigas, de negocios sucios, de deslealtades, de ma?as y mara?as. Ante m? desfilaron, y casi siempre dejando huellas y recuerdos, hechos que jamаs hubiese siquiera so?ado que pod?an existir.

A Arnoldo, el hijo de Martica y a quien apenas si le llevaba dos a?os de edad, no le ca?a nada bien. El no disimulaba su malestar cuando nos ve?a juntos y hac?a hasta lo indecible por llevar la discusiоn a punto de bronca. La madre, que lo mismo que se gastaba en m? un cari?o inmenso, se mandaba tambiеn un genio espectacular, lograba calmarlo y terminaba pronto lo que estuviera haciendo para irnos un rato de all? y as? evitar algo mаs serio. El argumento que mаs bland?a el muchacho era que yo le estaba chuleando a su madre y que eso ning?n hombre que se considerara hombre a todas lo soportaba.

Cuando me enterе que el tipo me estaba preparando una cama para arrancаrmela decid? enfrentarlo, porque en aquel ambiente si te arratonas despuеs no levantas presiоn mаs nunca. Lo esperе hasta tarde en la entrada del albergue. Era pasada la media noche cuando doblо la esquina, me peguе cuanto pude a la pared y cuando lo tuve junto a m?, me le abalancе y tomе por las solapas. Le dije con rabia, masticando las palabras.

_Oye bien lo que te voy a decir ?cojones! Si hasta ahora te aguantе tus caritas y bravuconer?as fue por Marta, ?me o?ste? Pero ya me cansе, compadre_ lo sacud? fuerte_. Ve y busca un palo, un cuchillo, un machete, lo que te dе la gana y hasta puedes traer a un par de socios tuyos si quieres_ lo empujе con fuerza contra la pared_. Los voy a esperar, solito, en la l?nea del tren ?Dale, arranca!_, y lo volv? a empujar.

Nunca imaginе, aunque entraba en mis cаlculos, que aquello fuera a dar tan buen resultado. Es verdad que me la juguе todo a la ?ltima baraja, pero a partir de ese d?a nos dejо tranquilos.

Las cartas que en un inicio enviaba casi todas las semanas a Camag?ey se fueron haciendo mаs y mаs esporаdicas. Bety por un tiempo estuvo insistiendo en que me les uniera allа, pero ante mi negativa terminо por desilusionarse. Comenzо a trabajar en Nuevitas y se enamorо de su jefe, tuvo la sinceridad de dec?rmelo y como no hab?amos llegado a casarnos legalmente dimos el v?nculo por disuelto y aunque parezca extra?o, estaba tan envuelto en l?os, negocios y trajines que aquella noticia lejos de apesadumbrarme me alegrо. Me sent? libre de un compromiso que a ratos me quitaba el sue?o. Al Pr?ncipe siempre que ten?a un chance le pasaba un giro o le mandaba alg?n juguete o una cajita con cualquier bober?a que consiguiera.

A Martica por otro lado le tuve que sacar el pie pues cada d?a se embullaba mаs y mаs con nuestra relaciоn. Ten?a con ella deudas de gratitud inmensas, pero no era mi tipo, me llevaba casi quince a?os de edad, era muy alegre y compartidora, pero mal hablada, amiga del chisme y ?ltimamente se estaba poniendo muy celosa. Con gran alegr?a me enterе que le hab?a llegado el turno de recibir su nueva casa, un apartamento flamante en Alamar y le ayudе a hacer la mudada, pero para empezar a cumplir lo que hab?a prometido no me quedе en su nueva casa ni una sola noche a pesar de lo mucho que insistiо.

Libre tambiеn de esta atadura y ya con las riendas en mis manos de otros medios de subsistencia volv? a tener confianza en m? y me dije que hab?a llegado la hora de iniciar la segunda conquista de la Habana. Ten?a varias cosas a mi favor, ya conoc?a el ambiente del bajo mundo y bastante bien a la ciudad y sus recovecos, ten?a juventud y me consideraba con la experiencia suficiente para el empe?o que pensaba realizar y por ?ltimo, y esto es un poco de vanagloria, gozaba de una cultura, la que me hab?an proporcionado la lectura y los dos a?os en la Universidad, que no ten?an sino algunos escasos vecinos.

Pude comprar una guitarra y aunque ya no con el ?mpetu de a?os atrаs volv? a ratos a personificarme como Silvio. Lo hac?a sobre todo cuando deseaba sostener una relaciоn amorosa rаpida y fаcil, escog?a para esto lugares propicios, sobre todo en las cercan?as de las discotecas y cines de Playa, Marianao y la Lisa. Con el “Unicornio” y ”Supоn” logrе unos ligues sensacionales.

Siempre que dispon?a de tiempo me met?a en alguna biblioteca y se pasaban las horas prendido a cualquier buena lectura. Descubr? a Borges y a Bioy Casares, a Garc?a Mаrquez que segu?a asombrando al mundo, a Cortаzar y a Dostoievski. Al que nunca me pude disparar completo a pesar de su fama fue a Carpentier, demasiado saber, me exasperaba, prefer?a a Onelio Jorge y Loveira. Fue en la biblioteca precisamente donde me adentrе en el estudio del Cоdigo Civil y Penal, no tanto por mi aficiоn al Derecho, sino por conocer hasta donde tipificaban mis andanzas como delitos, para cuidarme y no meter la pata. As? supe la diferencia entre robo y hurto, entre enga?o y estafa, quе era la alevos?a y quе la premeditaciоn.

Pasе revista a mis ardides y tretas y me declarе inocente de haber cometido delitos mayores. Mucha gente, amigos verdaderos que tuve, me insistieron mucho para que cambiara mi forma de ser, me aconsejaron sinceramente que me pusiera a trabajar con el Estado, que a la larga me har?a falta un retiro, pero sacaba cuentas y mаs cuentas, me fajaba y discut?a conmigo mismo y nunca me di la aprobaciоn para el cambio.
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