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El craneo de Tamerlan

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Y ahí, en impermeable y con guantes, muy atento al que había entrado a la habitación, estaba escondida una persona. Cuando se dio cuenta de que habían descubierto el cadáver, se puso el sombrero, tomó el maletín negro, lleno de papeles y, sin hacer ruido, salió de la casa por la puerta principal. En una esquina de la calle, el tipo en impermeable, halló un teléfono público, comprobó que no hubiera gente cerca y marcó el número 02 de la policía. Tapando el micrófono con un pañuelo y hablando atropelladamente, el tipo del impermeable informó que en la casa del conocido cineasta se escucharon gritos horribles como si hubieran matado a alguien y colgó la bocina.

Después de la primera ola de pánico, Zakolov se tranquilizó y apagó el televisor. En el centro de la habitación se formó un cono de luz sobre el cadáver. Tikhon corrió la cortina de la ventana un poquito. La luz natural que se coló por la abertura hizo que el cuadro del asesinato no fuera tan dramático. El joven llamó a la muchacha y la encontró en el umbral de la puerta de la habitación.

– Tamara, llegamos tarde. Aquí mataron a alguien. Ahorita lo verás… respira tranquila, Tamara. – Zakolov tomó a la muchacha pálida. – No te vayas a desmayar. No me gustaría. Aguanta. Es necesario que reconozcas a Kasimov. Después nos iremos. —

Él llevó a la muchacha hacia el sillón sosteniéndola por la cintura.

– Es Malik Kasimov? —

Tamara asintió nerviosamente, se pegó a Zakolov y, con voz temblorosa, preguntó:

– Que pasó aquí? —

Tikhon suspiró fuertemente.

– Yo creo que todo fue muy sencillo. A Kasimov lo levantaron de la cama en el medio de la noche. Lo amarraron del sillón y empezaron a torturarlo. La tortura no fue sutil. Le ponen una bolsa en la cabeza, esperan que se empiece a ahogar, se la quitan. Y, de nuevo, le hacen la pregunta. Actuaron calculadamente y a sangre fría. Observa, lo trajeron desde el dormitorio a esta oficina. Esta habitación está en el centro de la casa y aquí hay una sola ventana. Para que no se escuchara nada, cerraron las cortinas y encendieron el televisor. – Zakolov hizo un recorrido con la vista de la habitación revuelta. – Ellos buscaban algo, y él no quiso entregarlo. Kasimov tendría dinero? —

– Poco probable. —

– Y yo lo creo. Juzgando por el papelero regado, los asesinos no buscaban cosas valiosas, sino documentos. —

– Asesinos? Eran varios? —

– Por lo menos, dos. —

– Explícate. —

Tikhon miró con asombro a Tamara, la cual, minutos antes, temblaba de miedo. Ahora, se desentendió del cadáver y, con curiosidad, examinaba la habitación. Una verdadera periodista. Nada que decir.

– Dos. Porque, mientras uno lo sostenía, el otro lo amarraba. Mira, el rostro de la víctima no tiene golpes. El pijama no está roto. Inclusive todos los botones están en su sitio. Si hubiera actuado uno solo, tendría que haberlo ahorcado o golpearlo fuertemente antes de atarlo.

– Que documentos buscarían? —

– Se me ocurre que ellos están interesados en lo mismo que nosotros. —

– Por qué crees eso? —

– Ayer alguien, fuera de la ventana, nos escuchó. Nosotros dijimos que hoy vendríamos donde Kasimov. Y decidieron adelantársenos. —

– Que mala suerte! Llegamos tarde! —

– Tú lo sientes porque mataron a una persona o porque se perdieron unos documentos? —

– Que clase de pregunta idiota es esa? —

– Solo quiero entenderte mejor. —

– Yo necesito saber dónde está el cráneo de Tamerlán! —

– Gracias por la sinceridad. —

– Te gustan las palabritas, no? Los asesinos pudieron haber venido después de nosotros. Y torturar, y matar. —

– Eso es lógico. A propósito, te puedes quedar tranquila. Los asesinos no consiguieron la información. —

– Por qué estás tan seguro? – Una alicaída Tamara se alegró y miró, esperanzada, a los ojos de Zakolov.

– A Malik Kasimov lo torturaron hasta nuestra llegada. Significa que él no dijo nada a los asesinos. Y él no murió asfixiado. —

– Y de que murió entonces? Tiene una bolsa en la cabeza. —

– Antes de morir asfixiada, la persona pierde el conocimiento. Los ojos y la boca estarían cerrados. Kasimov murió instantáneamente. Mira la mancha oscura en el lado izquierdo del pecho. Le dieron una cuchillada directamente en el corazón. Yo traté de sentirle el pulso en el cuello. La piel todavía estaba tibia. Los asesinos oyeron nuestros timbrazos, le cortaron el sonido al televisor y le pusieron la bolsa de plástico a Kasimov. Cuando vieron que de todas maneras entramos, para mayor seguridad lo acuchillaron y se fueron por el jardín. Por cierto, yo escuché sus pasos. – Tikhon reflexionó y recordó algo. Con decepción se mordió los labios y dijo: – Espera…, yo escuché los pasos de una sola persona. —

Se volteó y abrió la puerta del pequeño zaguán. La puerta de entrada a la casa estaba abierta.

– Como no se me ocurrió revisar toda la habitación! Ellos se fueron por caminos diferentes. Y uno de ellos se quedó hasta el final observándonos. Él vio cuando pasamos al jardín. Esperó para ver si entrábamos a la casa. Para ver si encontrábamos el cadáver. Si es así, – Zakolov pasó su mano por la frente. – Si es así, debemos salir de aquí lo más rápido posible. —

– Espera. Debemos averiguar dónde está el cráneo de Tamerlán. – Tamara estaba arrodillada revolviendo y buscando entre las fotografías.

– No toques nada! No hay que dejar huellas digitales! —

– Ya yo estuve aquí. Kasimov me mostró las fotografías. – la joven movió los hombros, indiferente. – Él sugirió que conoce el camino al secreto. —

– Como que sugirió? —

– No dijo nada concreto. Pero en los ojos se le vio seguridad. —

– Temo que tenemos poco tiempo. —

– Claro. Hay que ponerse a buscar. —

Zakolov quiso insistir, pero tuvo dudas. Veinte minutos antes, él invadió la propiedad y después se metió en la casa, sin invitación. La muchacha está buscando y no la molesta el cadáver presente, y él…

Zakolov paseó la vista por la habitación. Buscar en el desorden de los papeles no tiene sentido, pasarían horas. Entre los libros notó a los autores Conan Doyle, Agatha Christie y George Simenon. Quiere decir que al difunto cineasta le interesaban los policiales clásicos. Y alguno de los grandes autores escribió: la mejor manera de esconder algo, es ponerlo en el sitio más visible. Vamos a partir de eso. Que es lo primero que salta a la vista cuando se entra en la habitación?

Tikhon se fue hacia el umbral.

– Te vas? – irónica, preguntó Kushnir y siguió buscando entre los papeles, de manera desordenada.

– No molestes. Tienes algo que hacer, hazlo. —

De nuevo, Zakolov revisó con la vista el desordenado despacho del cineasta. Además del gran escritorio y el armario para libros, donde se concentraron los asesinos, a la vista se manifestaba la pared, llena de fotografías. Había fotos interesantes del trabajo de Kasimov así como fotografías del cineasta con amigos y colegas.

Tikhon se paseó a lo largo de la pared mirando los paisajes, los monumentos arquitectónicos y los rostros de las personas. Había una treintena de fotografías. En algunas se veían construcciones de la edad media. Es posible que, entre ellas, el cineasta hubiera colocado el sitio concreto donde estaba el cráneo de Tamerlán. Pero Kasimov había dicho que él no sabía dónde estaba el sitio, y eso seguramente era verdad. Él también mencionó a la gente de la KGB y al arqueólogo. Ellos están directamente relacionados con el secreto. En las fotografías había militares, pero esas eran del tiempo de la Gran Guerra Patria. También había fotos de grupos de arqueólogos. Se les podía reconocer por la ropa polvorienta, las barbas, el tipo de sombreros y la piel tostada por el sol.

Cuál era la fotografía importante? Donde estaba la pista?

Zakolov volvió la espalda a la pared y miró los ojos muertos de Kasimov. Hacía media hora esta persona estaba viva. Pero lo que era asombroso es que en el instante antes de morir él no miraba al asesino! El que sostenía la bolsa plástica estaba a su espalda y el que lo acuchilló estaba de frente o a su izquierda. La cabeza estaba, claramente, ladeada a su derecha y miraba las fotografías en la pared!
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