Оценить:
 Рейтинг: 0

El craneo de Tamerlan

Год написания книги
2020
<< 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 ... 20 >>
На страницу:
6 из 20
Настройки чтения
Размер шрифта
Высота строк
Поля

“Que fotografiar? Qué?”

Su oído capturó el ruido de pasos en la escalera de piedra. “Lo que vieron sus ojos”, decía la nota.

“No yo, los ojos. Yo estaba parado de espalda a la pared, y los ojos vieron en el espejito…”

Levantó el objetivo, sus dedos enfocaron rápidamente y el obturador de la cámara cliqueó.

El ruido de pasos que llegaba a la puerta se hacía más claro.

“Y váyase rápido”.

Malik Kasimov agarró el libro y salió al corredor oscuro. Las destrezas que había obtenido en el frente no le fallaron y logró llegar a la escalera sin ser notado.

6.– Encuentro en Tashkent

Tamara Kushnir resultó ser una muchacha alta de ojos negros y una cabellera oscura y exuberante de pelo rizado, como un diablillo. Ella se dirigió a Zakolov, segura de haberlo diferenciado entre la abigarrada multitud de pasajeros que llegaron a la estación de trenes de Tashkent esa tarde del 5 de noviembre de 1979.

– Hola Tikhon. Yo soy Tamara Kushnir. – Con viveza se presentó la muchacha, casi sin ponerle atención al acompañante Alexander Evtushenko.

– Buenas tardes. Como me reconoció? —

– Yo soy periodista. Le hice las preguntas apropiadas a mi hermano Dmitri y tengo tu retrato en mi cabeza como si lo tuviera en un álbum. —

– La envidio. Yo necesito ver los rasgos del rostro para recordar bien a una persona. —

– Te dedicas a eso ahora? – La muchacha se sonrió y, coquetamente, se recogió un mechón de cabellos.

– Usted es una chica que no pasa desapercibida. – Tímidamente, Tikhon paseó la mirada desde la punta de la nariz y la barbilla ligeramente alargada hasta el busto redondo y la cintura delgada y bajó los ojos a los jeans apretados y, de acuerdo con la moda, desteñidos. La elegante figura de la muchacha le gustó.

– Tikhon Zakolov ya está bueno de llamarme de usted. Nosotros somos casi de la misma edad. A partir de este momento solo “tú”, ok? —

– Objeciones no hay. —

– Entonces ven conmigo. —

– No estoy solo. —

– Yo sé. Tu compañero de curso se llama Alexander Evtushenko. Ustedes son amigos desde los pupitres escolares. —

– Y hasta eso sabes! —

– Nos enseñaron a recoger información antes de un encuentro importante. – Tamara respondió y sin voltearse tomó la plataforma hacia la salida a la ciudad. – Ahorita nos vamos para mi casa. Para su excursión turística faltan cerca de 24 horas. Ese tiempo hay que utilizarlo con eficiencia. —

Tikhon se maravilló de la manera decidida de la elegante muchacha. Ninguna frase insípida: “como estuvo el viaje?, ya han estado en Tashkent?, que les parece el clima?”, no, de una vez agarra el toro por los cuernos. En la plaza externa de la estación ella se detuvo frente a un kiosko de vidrio de “Prensa Nacional”. Y por una mirada lateral de Tamara, Tikhon se dio cuenta que ella no estaba interesada en las revistas del kiosko. Kushnir utilizaba la superficie de vidrio como un espejo.

– Acaso temes que te sigan? —

– Me siento en peligro, pero me estoy acostumbrando. —

– Después del artículo? —

– Exacto. Yo solo quiero saber si me siguen observando. —

– Y ya habías notado algo así? —

– Claro! – La muchacha se dirigió a la parada del autobús.

– Y ahora? —

– Quizás son más inteligentes ahora. —

– Quienes? —

– Esa es una pregunta infantil, Zakolov. Mi hermano estaba extasiado con tu intelecto. – Tamara sonrió. – O solo te sirve para jugar ajedrez? —

Tikhon se detuvo abruptamente. Sasha Evtushenko chocó contra el morral de Zakolov y solo tuvo tiempo de evitar la caída de sus anteojos. Él siempre seguía a su amigo a pasos cortos.

– Me quieres decir que somos libres? – Tikhon preguntó con frialdad.

Tamara volteó. En el severo rostro apareció una sonrisa pícara. Con una mano tomó la mano de Tikhon y con la otra le rozó la punta de la nariz.

– No te enfurruñes, tontín. – le dijo afectuosamente.

Tikhon se sonrojó y sacudió el brazo.

– Yo no soy un bebé. —

– Yo cuento con eso. —

Zakolov no sabía cómo comportarse con la muchacha descarada, la cual lo hizo dudar de su confianza en sí mismo. Y Tamara con malicia inclinó la cabeza arrugando la frente juguetonamente.

– Puede ser que representemos un encuentro entre enamorados? No es mala idea. – La muchacha abrazó por el cuello a Tikhon y entonces le dio un beso al asustado joven en los labios. – Así está mejor. Que nos vean. —

– Yo creo que nadie nos sigue. – Dijo Zakolov todo confundido y tratando de zafarse del abrazo.

– Por qué te detienes? Lo hice para darme la oportunidad de ver si había alguien. —

– Yo no creo que fuera eso. —

– Mira! Viene nuestro autobús. Corramos! —

Ágilmente, Tamara corrió hacia la parada. Zakolov y Evtushenko, con sus morrales pesados, tuvieron que recorrer los cincuenta metros detrás de la muchacha. Pero justo ante la puerta del autobús, Tamara se quejó y se sentó.

– Una piedra me entró en el zapato. Me puya. —

– Después resolvemos. Vamos! —

– No. Espera. – Tamara lo agarró por la manga.
<< 1 2 3 4 5 6 7 8 9 10 ... 20 >>
На страницу:
6 из 20

Другие электронные книги автора Sergey Baksheev